lunes, 1 de julio de 2013

LA SANTIFICACIÓN ANTES DE LA PREDICACIÓN



LA SANTIFICACIÓN  ANTES DE LA PREDICACIÓN

La historia religiosa está llena de los santos requisitos de Dios.
"Cuando Moisés hubo acabado de levantar el tabernáculo, y ungídolo y santificádolo. Entonces los príncipes de Israel trajeron sus ofrendas delante de Jehová" (Núm. 7:1-3). Ninguna ofrenda fue aceptada hasta que el taber­náculo había sido santificado.

Dijo Dios: "Yo he dado en don los Levitas para que sirvan el ministerio de los hijos de Israel en el tabernáculo del testi­monio, y reconcilien a los hijos de Israel. " y los Levitas se purificaron, y lavaron sus vestidos; y Aarón los ofreció en ofrenda de­lante de Jehová, e hizo Aarón expiación por ellos para purifi­carlos. Y así vinieron después ­para servir en su ministerio" (Núm. 8:19-22). ¡Primero ser purifica­dos después ministrar!

Isaías predicó al pueblo de la necesidad de limpieza, sin pen­sar en su propia necesidad, pero cuando Dios tornó Su foco divi­no a Su profeta, Isaías cayó sobre sus rodillas y clamó: "¡Ay de mí! Soy hombre inmundo de la­bios." Sí, aun los labios tienen que ser santificados. Cuánto mi­nistro parece ser un gigante en el púlpito, pero al bajarse de allí se baja también de la grandeza ministerial  De. Sus labios salen chistes y críticas y palabras va­nas, todo lo que es abominación a Dios.      

Era cuando el serafín había to­mado del altar celestial un car­bón encendido y había tocado con él sobre la boca de Isaías y había limpiado su pecado, que la Escritura dice: "Después oí la voz del Señor, que decía: '¿A quién enviaré, y quién nos irá?' Entonces respondí yo: 'Heme aquí, envíame a mí' " (Isaías 6: 5-8).

LA SANTIFICACIÓN ANTES DE LA PREDICACIÓN



LA SANTIFICACIÓN  ANTES DE LA PREDICACIÓN

La historia religiosa está llena de los santos requisitos de Dios.
"Cuando Moisés hubo acabado de levantar el tabernáculo, y ungídolo y santificádolo. Entonces los príncipes de Israel trajeron sus ofrendas delante de Jehová" (Núm. 7:1-3). Ninguna ofrenda fue aceptada hasta que el taber­náculo había sido santificado.

Dijo Dios: "Yo he dado en don los Levitas para que sirvan el ministerio de los hijos de Israel en el tabernáculo del testi­monio, y reconcilien a los hijos de Israel. " y los Levitas se purificaron, y lavaron sus vestidos; y Aarón los ofreció en ofrenda de­lante de Jehová, e hizo Aarón expiación por ellos para purifi­carlos. Y así vinieron después ­para servir en su ministerio" (Núm. 8:19-22). ¡Primero ser purifica­dos después ministrar!

Isaías predicó al pueblo de la necesidad de limpieza, sin pen­sar en su propia necesidad, pero cuando Dios tornó Su foco divi­no a Su profeta, Isaías cayó sobre sus rodillas y clamó: "¡Ay de mí! Soy hombre inmundo de la­bios." Sí, aun los labios tienen que ser santificados. Cuánto mi­nistro parece ser un gigante en el púlpito, pero al bajarse de allí se baja también de la grandeza ministerial  De. Sus labios salen chistes y críticas y palabras va­nas, todo lo que es abominación a Dios.      

Era cuando el serafín había to­mado del altar celestial un car­bón encendido y había tocado con él sobre la boca de Isaías y había limpiado su pecado, que la Escritura dice: "Después oí la voz del Señor, que decía: '¿A quién enviaré, y quién nos irá?' Entonces respondí yo: 'Heme aquí, envíame a mí' " (Isaías 6: 5-8).