LA
SANTIFICACIÓN ANTES DE LA PREDICACIÓN
La historia religiosa está llena
de los santos requisitos de Dios.
"Cuando Moisés hubo acabado de levantar el tabernáculo, y ungídolo y santificádolo. Entonces los príncipes de Israel trajeron
sus ofrendas delante de Jehová" (Núm. 7:1-3). Ninguna ofrenda fue aceptada hasta que el tabernáculo había sido
santificado.
Dijo Dios: "Yo he dado en
don los Levitas para que sirvan el ministerio de los hijos de Israel en el
tabernáculo del testimonio, y reconcilien a los hijos de Israel. " y los Levitas se purificaron, y lavaron sus
vestidos; y Aarón los ofreció en ofrenda delante de Jehová, e hizo Aarón
expiación por ellos para purificarlos. Y así vinieron después para servir en su ministerio" (Núm. 8:19-22). ¡Primero ser
purificados después ministrar!
Isaías predicó al pueblo de la necesidad de
limpieza, sin pensar en su propia necesidad, pero cuando Dios tornó Su foco
divino a Su profeta, Isaías cayó sobre sus rodillas y clamó: "¡Ay de mí! Soy hombre inmundo de labios."
Sí, aun los labios tienen que ser santificados. Cuánto ministro parece ser
un gigante en el púlpito, pero al bajarse de allí se baja también de la
grandeza ministerial De. Sus labios
salen chistes y críticas y palabras vanas, todo lo que es abominación a Dios.
Era cuando el serafín había tomado del altar celestial un carbón
encendido y había tocado con él sobre la boca de Isaías y había limpiado su
pecado, que la Escritura dice: "Después oí la voz del Señor, que decía: '¿A quién enviaré, y quién nos irá?' Entonces respondí yo: 'Heme aquí, envíame a mí' " (Isaías 6: 5-8).